Cuarto de secundaria
Poema VI
Te
recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Pablo Neruda
Quinto de secundaria
Monólogo de Segismundo
¡Ay mísero de mí, ¡ay
infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya
entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber
nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte,
cielos,
el delito del nacer),
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás
nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?
Nace el ave, y con las
galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corre con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en
calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo
menos libertad?
Pedro Calderón de la
Barca